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Llevaba un buen rato organizando todo lo necesario para el comienzo del curso. Hacía una ligera brisa fresca que aplacaba un poco el calor del verano, cosa que agradecía al verse obligado a estar bajo la luz de la lámpara.
Hacía un rato que el sol se había ocultado, oscureciendolo todo.
Mañana, si no había ningún problema de escala mayor, empezarían las clases. Eso significaba el comienzo de su trabajo de psicólogo. El primero real que haría, después de estudios y simulaciones.
No estaba nervioso. Curiosamente estaba sereno, tranquilo y relajado, pensando que estaría de alguna forma mas cerca de su hermano.
Tras un suspiro, se talló los ojos y miró la foto desgastada de Gilbert que tenía en un marco de madera oscura, sobre el escritorio.
El silencio se hizo presente. El escaso aire que entraba por el ventanas no era suficiente, así que acabó levantandose y yendo a la cocina a por una cerveza bien fría antes de seguir poniendo en órden los documentos.
Tan pronto como llegase, era su obligación memorizar tanto nombres como patrones de comportamiento de los alumnos, ya que en futuras consultas esos datos serían utiles.
Le pareció una tarea difícil, puesto que incluso el director le parecía una persona retraída y algo callada, pero lo haría lo mejor posible.
Dando el último trago, tiró la botella a la basura de los vidrios antes de volver a la habitación, dando un último vistazo a su salón por mera seguridad.
Se sentó de nuevo en la silla, cogió la pluma y siguió con los papeles.
Esperaba con ansias el primer día.
Hacía un rato que el sol se había ocultado, oscureciendolo todo.
Mañana, si no había ningún problema de escala mayor, empezarían las clases. Eso significaba el comienzo de su trabajo de psicólogo. El primero real que haría, después de estudios y simulaciones.
No estaba nervioso. Curiosamente estaba sereno, tranquilo y relajado, pensando que estaría de alguna forma mas cerca de su hermano.
Tras un suspiro, se talló los ojos y miró la foto desgastada de Gilbert que tenía en un marco de madera oscura, sobre el escritorio.
El silencio se hizo presente. El escaso aire que entraba por el ventanas no era suficiente, así que acabó levantandose y yendo a la cocina a por una cerveza bien fría antes de seguir poniendo en órden los documentos.
Tan pronto como llegase, era su obligación memorizar tanto nombres como patrones de comportamiento de los alumnos, ya que en futuras consultas esos datos serían utiles.
Le pareció una tarea difícil, puesto que incluso el director le parecía una persona retraída y algo callada, pero lo haría lo mejor posible.
Dando el último trago, tiró la botella a la basura de los vidrios antes de volver a la habitación, dando un último vistazo a su salón por mera seguridad.
Se sentó de nuevo en la silla, cogió la pluma y siguió con los papeles.
Esperaba con ansias el primer día.