Oh mon Dieu!
Creo que estoy enfermo, ¡enfermo! Un sintoma doloroso late aquí en mi pecho, impidiendome que pueda dormir o concentrarme. No dejo de pensar en cosas que solo me embotan los sentidos y mis habilidades se han visto taimadas ante esta enfermedad que, a mi parecer, es incurable...
Que faire?
¡Puede que ya sea demasiado tarde! Lo que me atormenta me quema cada día mas, me envuelve en las llamas de la pasión y el desenfreno. No puedo vivir sin saciar mi necesidad de ti, de este amor prohibido por tu gracil persona, mi querido y amado...
-...Ludwig -leí en la placa de la puerta, donde ya llevaba media hora fantaseando con el psicólogo.
Por supuesto, el psicólogo de mi imaginación era un tipo elegante, refinado y guapo...Mas o menos como yo, vaya.
Después de mi cántico de amor, cualquiera se rendiría ante mi. Aunque pocas posibilidades había de que el hombre que había dentro lo escuchase, ya que en esa profesión solían ser todos unos amargados sabelotodos...
-¡Con permiso~! -entré con toda confianza a la salita que precedía al despacho, poniendome en el en dos zancadas antes de volver a tocar y pasar antes de cualquier permiso.
Y así, de frente y sin red, caí de lleno en la vista que se me puso delante tras abrir aquella puerta directa al paraíso...
Creo que estoy enfermo, ¡enfermo! Un sintoma doloroso late aquí en mi pecho, impidiendome que pueda dormir o concentrarme. No dejo de pensar en cosas que solo me embotan los sentidos y mis habilidades se han visto taimadas ante esta enfermedad que, a mi parecer, es incurable...
Que faire?
¡Puede que ya sea demasiado tarde! Lo que me atormenta me quema cada día mas, me envuelve en las llamas de la pasión y el desenfreno. No puedo vivir sin saciar mi necesidad de ti, de este amor prohibido por tu gracil persona, mi querido y amado...
-...Ludwig -leí en la placa de la puerta, donde ya llevaba media hora fantaseando con el psicólogo.
Por supuesto, el psicólogo de mi imaginación era un tipo elegante, refinado y guapo...Mas o menos como yo, vaya.
Después de mi cántico de amor, cualquiera se rendiría ante mi. Aunque pocas posibilidades había de que el hombre que había dentro lo escuchase, ya que en esa profesión solían ser todos unos amargados sabelotodos...
-¡Con permiso~! -entré con toda confianza a la salita que precedía al despacho, poniendome en el en dos zancadas antes de volver a tocar y pasar antes de cualquier permiso.
Y así, de frente y sin red, caí de lleno en la vista que se me puso delante tras abrir aquella puerta directa al paraíso...