Suspiró, acicalándose el pelo aprovechando el reflejo del cristal de la entrada del restaurante, mientras a cada rato miraba nervioso el reloj de su muñeca. Tenía una reserva a las siete en el Chinese 7, había encontrado el restaurante por casualidad mientras buscaba donde cenar con Daniel y ese le pareció perfecto, teniendo en cuenta que el brasileño no soportaba la carne cruda y aquel restaurante no era japonés, sino chino, por lo que no había peligro de toparse con sushi o parecidos.
Sonrió de medio lado, comprobando que iba impecable. No había pasado dos horas frente al espejo probándose ropa y más ropa en vano. Llevaba una camisa de algodón azul marino, con mangas tres cuartos, con un par de botones sueltos por el cuello y también por el final, dándole un toque atrevido. También traía puestos unos pantalones piratas de lino blanco, bastante finos y cómodos para la época. Calzaba unas sandalias del mismo color que los piratas y como complementos un par de collares de plata y algunas pulseras del mismo metal, junto a una más gruesa de piel en su muñeca izquierda y un anillo en el pulgar de la misma mano.
Miró el reloj por enésima vez. Aún faltaban dos minutos para la hora de la cita, pero aún así no podía dejar de preocuparse. Y si se había perdido? Al fin y al cabo ambos eran nuevos allí y no sería de extrañar. Sacó su móvil de ultimísima generación del bolsillo y miró si había alguna llamada, dudando si debía llamarle él.
Sonrió de medio lado, comprobando que iba impecable. No había pasado dos horas frente al espejo probándose ropa y más ropa en vano. Llevaba una camisa de algodón azul marino, con mangas tres cuartos, con un par de botones sueltos por el cuello y también por el final, dándole un toque atrevido. También traía puestos unos pantalones piratas de lino blanco, bastante finos y cómodos para la época. Calzaba unas sandalias del mismo color que los piratas y como complementos un par de collares de plata y algunas pulseras del mismo metal, junto a una más gruesa de piel en su muñeca izquierda y un anillo en el pulgar de la misma mano.
Miró el reloj por enésima vez. Aún faltaban dos minutos para la hora de la cita, pero aún así no podía dejar de preocuparse. Y si se había perdido? Al fin y al cabo ambos eran nuevos allí y no sería de extrañar. Sacó su móvil de ultimísima generación del bolsillo y miró si había alguna llamada, dudando si debía llamarle él.