- M-malditas sandalias...- Ese era uno de los principales pensamientos que rondaban la cabeza del rubio británico desde que Kiku le había ayudado a colocarse el yukata que el mismo japonés le regaló; ¿cómo hacían para caminar en esas cosas? ¡Eran incómodas y... de madera! A él le gustaba más el cuero y... la siempre fiel goma, eso era lo que pensaba, pero... al mirar a su lado a su amado, caminando tan tranquila y sencillamente y viéndose tan bien con el yukata, todo eso le hacía pensar que... bueno, valía la pena, ¿cierto? Claro que sí. Al fin y al cabo pasaría una buena noche, y si él quería aprender de cultura japonesa, nada mejor que aprender participando de ella.
Apenas si habían llegado a la imitación de la Silla de Tengu, Kiku ya le había explicado lo que significaba, y el tal Tengu estaba a poco de convertirse en uno de sus amigos; por alguna razón, siempre lo saludaba, y Arthur sonreía ante ello. Aquel día Kiku le había ayudado con el yukata, y aunque se sentía extraño al mayor parecía gustarle, razón suficiente para que él lo usase; ahora caminaban por el camino de tierra, sin haber llegado aún a la poblada zona repleta de puestos de comidas o juegos, y a medida que caminaban él miraba la mano movediza del japonés.
"E-entonces, ¿debo escribir un deseo y colgarlo en un árbol de bambú, verdad...?" Susurró, sonriéndole entre apenado y curioso, mientras deslizaba su mano algo tímido y tomaba la ajena, siguiendo el camino de esa manera. Realmente no estaba muy seguro de qué podría pedir si... con él a su lado, ya no había nada que él desease tener más.
Apenas si habían llegado a la imitación de la Silla de Tengu, Kiku ya le había explicado lo que significaba, y el tal Tengu estaba a poco de convertirse en uno de sus amigos; por alguna razón, siempre lo saludaba, y Arthur sonreía ante ello. Aquel día Kiku le había ayudado con el yukata, y aunque se sentía extraño al mayor parecía gustarle, razón suficiente para que él lo usase; ahora caminaban por el camino de tierra, sin haber llegado aún a la poblada zona repleta de puestos de comidas o juegos, y a medida que caminaban él miraba la mano movediza del japonés.
"E-entonces, ¿debo escribir un deseo y colgarlo en un árbol de bambú, verdad...?" Susurró, sonriéndole entre apenado y curioso, mientras deslizaba su mano algo tímido y tomaba la ajena, siguiendo el camino de esa manera. Realmente no estaba muy seguro de qué podría pedir si... con él a su lado, ya no había nada que él desease tener más.